miércoles, 19 de noviembre de 2008

1977 (III) La Primera Comunión

Unos días antes del 10 de Junio fuimos a Galerías Preciados a recoger los trajes de comunión de Elisa y mío. A mí, como siempre, me habían tenido que arreglar los camales de los pantalones, que me estaban enormes. Además la chaqueta hubo que arreglar de mangas. El caso es que ahora, viendo las fotos, aquella “americana” y aquellos pantalones acampanados me sentaban con a “un santo dos pistolas”, y es que yo estaba demasiado delgado en aquella época. El viernes por la tarde antes de la comunión mi madre llevo a Elisa a la peluquería. Recuerdo que le hicieron una permanente que le hacia parecer una mujercita de recién cumplidos los 8 años. Realmente estaba guapa, recuerdo subiendo por las escaleras de casa, lo cambiada que parecía.
Fina, nuestra vecina de arriba, hacia pocos meses que se había hecho Testigo de Jehová. Esto era una novedad en España, porque hasta entonces, España era Católica, Apostólica y Romana. La libertad de culto fue algo que llego como el destape, de repente y a grandes pasos. Pero en esta familia la libertad de culto provoco una escisión, ella se volcó en su nueva religión, mientras su marido, Luis, seguía fiel al catolicismo. El caso es que su segundo hijo, Joaquín o “Ximo” de más o menos mi edad, hacia la comunión porque Luis, el padre, lo quería. Pero claro, Fina, su madre, como que se opuso, pero por no tener un grave problema con su marido, acepto de mala gana que Ximo hiciera la comunión, aunque eso si, sin participar de ninguna manera. Y como ultimo acto de rebeldía, la noche anterior, llamando a Ximo desde la ventana, como Ximo no le hacia demasiado caso, le tiro una botella de plástico que impacto en la cara de Ximo, dejando su rostro marcado. Pero no sólo eso, sino que cuando el pobre Ximo llego a casa, le puso “Mercromina” por toda su cara. Resulta que como nosotros no teníamos bañera en nuestro cuarto de baño, solo una pequeña ducha, el día de nuestra comunión nos bañamos en casa de Fina, y al subir a su casa y ver la cara del pobre Ximo, mi madre intento limpiarle un poco la cara de aquel desinfectante rojo. Mi madre sufrió un pequeño percance con su vestido, y es que al plancharlo se le quemo la parte de abajo, con el consiguiente disgusto. Menos mal que tenia otro que no había estrenado y que, a pesar de no ser tan bonito, por lo menos lo estrenaba.


Ese día según decían era el más importante de mi vida, porque recibía el “cuerpo de Cristo”. En la iglesia, tenía que salir a leer un párrafo, y me puse tan nervioso que casi me meo encima. Yo sinceramente no entendía muy bien aquello de la primera comunión, pero me gustaba el hecho de ser un día especial. Sobre todo porque ya en aquella época una comunión era como una pequeña boda….con banquete incluido. Por supuesto, Elisa y yo tuvimos nuestro banquete de la primera comunión. Lo celebramos en el restaurante “Petit Jean”, que estaba en la entrada de nuestra calle. Era un pequeño restaurante regentado por un matrimonio francés. Asistieron todos los amigos de mis padres, nuestros padrinos, mi “querida” abuela Concha, mis tíos Carlos y Helen, Zoa, Lily y Conchita, primas de mi madre, Emilio y Lola, tíos de mi madre, y así hasta un número más o menos de unas 60 personas. Fue el primer acontecimiento social en el que nosotros, Elisa y yo, éramos los protagonistas. Lo mejor fue que cuando fuimos repartiendo los recordatorios, todo el mundo nos daba un billete de 100 pesetas. La cantidad de cálculos que hice en mi cabeza pensando en todo los juguetes que me compraría con aquel dinero. Claro que mis padres ya se encargaron de darme solo una parte, y el resto serviría para pagar tan enrome gasto. El caso es que al final de aquel día, le pregunte a mi madre: “Mamá, ¿Y cuando se hace la segunda comunión?”



Entre los regalos que había recibido había de todo, desde lo clásico que es para un chico, un reloj y una pluma estilográfica hasta juguetes. Recuerdo aquella primera pluma, una Parker modelo 45, de color azul. Aquella pluma se me rompió con el paso de los años, ya que durante un tiempo me dio por escribir con pluma. Hace un par de años encontré el mismo modelo en una papelería, y la compre. También recuerdo que una vecina me pregunto que era lo que quería que me regalara. Como a mi no se me ocurría nada, ella me sugirió “un desayuno”. Le dije que si, aunque me extraño el regalo, no se si pensaba que la vecina me iba a preparar un desayuno del estilo que se veían en la películas o algo así. El caso es que un par de días después apareció con una bonita caja y dentro había una taza con motivos religiosos, un platito de plata, una cucharilla de plata y una especie de imperdible para la servilleta también de plata…..eso era un “desayuno”. Con el dinero que sacamos al final mi padre me acompaño a una tienda especializada en juguetes y maquetas y me compró un tren eléctrico.


Unos días después de mi comunión, se produjeron por fin, las famosas elecciones al parlamento. Eran las primeras elecciones de nuestra recién estrenada “democracia”.

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