miércoles, 8 de abril de 2009

1978 (IV) Fin de Curso

Casi a principios de junio de 1978 mis padres iban de acá para allá rellenando las matrículas para los colegios más cercanos a nuestra nueva casa. Prácticamente en la misma calle, en lo que es ahora la Gran Via, esta el entonces “Colegio Público Nacional Florida”, un colegio en esquema similar al de San Gabriel. Un poco más alejado, se encontraba también un colegio público, pero éste era bien diferente. Inaugurado un par de años antes, era un colegio moderno, con unas instalaciones más acordes a los tiempos que corrían. Además, su director, Manuel Lizón, era un “demócrata” convencido y llevo a aquel colegio un aire de modernidad de la que la mayoría de los colegios públicos de aquella época carecían. Su calidad era comparable en aquellos tiempos con los famosos y conocidos colegios privados, en su mayoría, dependientes de la iglesia católica. Mis padres se quedaron encaprichados de aquel nuevo colegio, el “Rafael Altamira”, y después de varias pesquisas, de ir y venir, solo lo consiguieron a medias. Mi hermano Fernando y yo conseguimos plaza en ese colegio, mientras mis hermanas Elisa y Verónica tuvieron que ir ese otoño al “Florida”. Recuerdo una de esas tardes de junio, como antes de llevarnos mi padre al antiguo colegio de San Gabriel, dejo a mi madre en el “Altamira” y mi padre nos dijo:”¿os gusta este colegio?” Nos quedamos algo sorprendidos, acostumbrados al viejo colegio, aquel edificio tan nuevo nos parecía que íbamos a estudiar en la N.A.S.A. o algo así.

Casi a finales de junio llego el final de curso y mis notas fueron increíblemente buenas, las mejores que nunca he tenido. Saque sobresalientes en todas las asignaturas, así como en aptitud, puntualidad, comportamiento, etc. y es que creo que Doña Leonor me mimo demasiado. El último día de clase repartieron los boletines y yo tenia que esperar al final para que Doña Leonor me entregara el libro de escolaridad para llevarlo en septiembre al nuevo colegio. Cuando entre en el despacho del director del colegio, donde me esperaba Doña Leonor, me encontré al director y a Doña Leonor llorando, y es que ella también abandonaba aquel colegio. El caso es que en ese momento se me hizo un nudo en el estómago y me costo reprimir unas lágrimas, Doña Leonor me entrego la documentación, me dio un beso y un abrazo y me dijo entre sollozos: “José Luis, te deseo lo mejor, eres un chico excelente y tienes mucha inteligencia, aprovéchala”. No se, aquellas palabras dichas así, el hecho de que me iba de ese colegio, mi primer colegio, que iba a perder a todos mis amigos, Oscar, Julián, Mateo, Francisco, Eva, Margarita, Javier, Pedro y por supuesto, Amadeo, me hizo sentirme mal y cuando salí de aquel despacho, rompí a llorar. La mayoría de mis amigos/compañeros ya se habían marchado del colegio, pero milagrosamente, Julián estaba por allí con su bicicleta, y al verme así, intento consolarme y me llevo en su bicicleta hasta casa de Fina, donde teníamos que esperar a mi padre. Nunca he vuelto a aquel colegio, he pasado muchas veces con el coche por al lado, quizás algún día entre y aunque seguro que habrá cambiado por dentro, me será grato recordar mi niñez……

Y llegaron también aquellas primeras Hogueras de San Juan en nuestra nueva casa. Al ser una urbanización nueva y todavía en construcción las fases que faltaban, las fiestas estaban un poco alejadas de nosotros, por lo que por las noches podíamos descansar en silencio. Una tarde salimos andando desde casa hasta el barrio de Benalúa donde estaba la barraca de Guillermo, el amigo de mi padre donde siempre íbamos. Cuando llegamos allí estaban más amigos de mis padres con sus hijos. Recuerdo que me pedí una Fanta de naranja que me tome algo rápido y me sentó mal. Aunque en realidad, lo que pasa es que me entraron unas ganas de llorar increíbles y no sabia porque. Mi madre me armo una buena diciendo que era un bestia por haberme tomado la bebida tan rápido. Mi padre, con algo más de paciencia, me acompaño fuera de la barraca y me dijo que respirará hondo. En ese momento paso por allí Tomás, un amigo de mis padres que trabajaba en una compañía de seguros, un hombretón de amplio bigote, siempre trajeado, vamos, el típico comercial al uso. Aquel hombre me dijo: “¿Qué te pasa, chaval?” y me dio una especie de bofetón cariñoso, como para despejarme. Aquel bofetón resulto, aunque reconozco que me hizo algo de daño. El día 24 por la noche, a las 12, tiran la famosa “palmera” desde el Castillo de Santa Bárbara y como desde las ventanas de los dormitorios de nuestra nueva casa se ve dicho castillo, nos quedamos esa noche para verla. Efectivamente la vimos, espectacular…..

Algo importante que paso en ese mes de junio fue el mundial de fútbol de Argentina, con la aparición de quizás una de las mayores leyendas del fútbol que haya existido: Diego Armando Maradona. En mi casa pasábamos bastante de ese deporte, a mi padre no le gustaba, ni a mi ni a mi hermano Fernando. El caso es que leí en un Interviú que el General Videla, jefe del estado de Argentina, militar golpista, parece ser que no le gustaba la presencia de la selección española, ya que los españoles en aquella época estábamos siendo conocidos en todo el mundo por pasar de una dictadura, la franquista, a un régimen democrático en un ambiente de entendimiento y de tolerancia.

Una cosa que ese verano empezamos a echar de menos fue tener la playa tan cerca como la teníamos en San Gabriel, aunque ya para entonces habíamos encontrado un grupo de amigos bastante interesantes. Estaban Joaquín y Aurora, luego llegaron los vecinos del 1º D. El padre, Félix, un autentico caballero, era director en aquella época de una conocida emisora de radio en Alicante. Eran tres hermanos y una hermana, Félix el mayor, Sergio el segundo, Tatiana, la tercera de mi edad, y luego el “pequeño” Erico de tan solo 5 años. En el primero 1º E2 una familia de dos hermanos algo más pequeños que Elisa y yo, luego llegaron los del 4º C, con cuatro hijos, de los cuales, los tres primeros chicos, eran mucho mayores que nosotros (sobre la veintena) y la hija pequeña, de la edad de Elisa. Poco a poco íbamos menos a San Gabriel perdiéndose poco a poco el contacto con nuestros antiguos amigos y vecinos, exceptuando a Fina y Jesús, con los que seguíamos viéndonos. Ellos venían a casa y nosotros íbamos a la suya. Ya casi al final de ese verano nos encontramos andando desde San Gabriel hasta nuestra casa, con Amadeo, que no lo veía desde el final de curso. Mi madre me dijo: “José, mira quien esta ahí, ves a saludarlo”, pero Amadeo estaba fumando, apoyado en un Seat 124 con cuatro individuos algo mayores que él, con el radio-cassette del coche escuchando a “Los Chichos”….en ese momento yo me vi más niño de lo que era y que Amadeo era ya una persona adulta con otros gustos…..el caso es que apenas nos dijimos un frío y cortante ¡Hola!, porque también a él le dio algo de vergüenza delante de sus nuevos amigos…..Nunca más he vuelto a ver a Amadeo…..

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una gran historia, hacía tanto que no venia.
Mi querido Vulcano, te dejo saludos y abrazos.
Luis!