En mis recuerdos de mi infancia y pre-adolescencia, el tabaco esta presente en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Mi padre era fumador y fumaba en casa a pesar de que yo era asmático, pero en aquella época, el tabaco estaba socialmente bien visto. De hecho, recuerdo que hasta se fumaba en los autobuses urbanos, en las consultas de los médicos (fumando incluso los propios médicos), en los cines, en los ascensores, y como no, en cualquier establecimiento de ocio….díganse bares, restaurantes, discotecas, etc., etc….Recuerdo que durante toda mi infancia la marca de tabaco que fumaba mi padre era Winston, y yo al ver cuando llegaba de trabajar y después de ducharse y ponerse el pijama, antes de cenar, cogía aquella cajetilla de color rojo y blanco y se encendía un cigarrillo, sentado a su lado o quizás enfrente de él, lo miraba con cierta admiración y pensaba: “cuando sea mayor yo también fumare Winston”
Como un año antes de trasladarnos a vivir a la nueva casa, sobre el año 1977, recuerdo que me dio un fuerte ataque de asma y mi madre me llevo al médico. Esa vez, mi padre estaba muy liado y mi madre opto por que cogiéramos el autobús metropolitano, la línea 1. Al subir al autobús, encontramos un sitio, pero justo en asiento de detrás, había un hombre mayor fumándose un enorme puro. Mi madre al ver que yo me estaba “tragando” unas enormes bocanadas de humo, protesto ante el conductor, que con cierto desdén y de mala gana, le llamo la atención a aquel hombre que por cierto, apago su puro enseguida. Unos meses después, me fui a acompañar a mi vecino de arriba, José Luis, algo mayor que yo, al centro de la ciudad ya que tenia que comprar unas cosas. Hacia ya una temperatura bastante agradable, casi veraniega. El caso es que esperando al autobús en la parada, compramos unos helados en un bar que había enfrente de ésta. Cuando llego el autobús, estábamos comiéndonos aquellos helados y al subir, el conductor me reconoció y me hecho una bronca diciendo: “hace unos días estabas tan enfermo que tuve que llamar la atención de aquel hombre que se estaba fumando un puro, y tu ahora tan fresco comiéndote un helado…..” Me sentí tan mal que tire el helado en una papelera.
Conforme fui haciéndome mayor, me di cuenta que con mi enfermedad, el tabaco no era lo más indicado para mí. Incluso supere con cierto éxito la etapa de preadolescente cuando en el colegio, ya entre séptimo y octavo de E.G.B. muchos de mis compañeros empezaron a fumar. Recuerdo una mañana que salimos al recreo y los que fumaban se iban detrás del edificio los párvulos. Yo me iba con ellos, ya que algunos de ellos eran con los que mejor que llevaba, aunque yo no compartiera su particular vicio. Recuerdo cierto día que se nos acerco un profesor y nos llamo la atención diciendo que dentro del colegio, no deberíamos fumar, ya que no era un buen ejemplo para nuestros compañeros más pequeños. No nos castigaron, pero aquel incidente corrió como la pólvora y ciertos compañeros empezaron a acusarme de que yo también fumaba, y que con mi enfermedad, que era una irresponsabilidad. Tuve que aplicarme mucho para acallar aquel rumor, en parte y gracias a que mis compañeros fumadores me defendieron. No deja de ser curioso que el profesor que nos llamo la atención fumara en su clase, pero como ya digo, eran otros tiempos….Recuerdo que más o menos por aquellos días, la marca de tabaco Winston, empezó una campaña publicitaria que consistía en unos bonitos dibujos de actores de Hollywood: Marilyn Monroe, Louis Amstrong, Elvis Prestley, Groucho Marx, con el eslogan: “Winston, el genuino sabor americano”….Creo que todavía entre los papeles y recuerdos que guardo en el altillo de mi armario, seguramente habrá uno de esos anuncios que recorte en aquella época de alguna revista. Por aquel entonces tenia una firme voluntad de que nunca fumaría, ni Winston ni cualquier otra marca de tabaco….
En los primeros años 80 finalice la EGB y empecé la Formación Profesional en la Academia Calderón de la Barca. Pase de tener compañeros de mi misma edad, a tener como compañeros a gente de diversas edades, por supuesto, mayores que yo. Durante el primer año hice gran amistad con Ana, con la que ya en el segundo año, compartíamos pupitre y prácticamente regresábamos todos los días juntos a casa, ya que vivía cerca de la mía. Ana era algo mayor que yo y recuerdo que fumaba Ducados, tabaco negro. Recuerdo que ella me decía que además de que a ella le gustaba, que normalmente la gente joven empezaba a fumar tabaco rubio, que era de sabor algo más suave, y que por eso, a ella casi nadie le pedía tabaco. Aun así, recuerdo que a veces siempre había algunos compañeros que con tal de fumar “gratis” eran capaces de aguantar el fuerte sabor de aquellos Ducados. Ana enseguida se dio cuenta de una cosa, que si yo le guardaba el tabaco, a mi nadie me pediría porque yo no fumaba. Durante mucho tiempo fui su particular “pitillera”, y aquello resulto, a mi nadie me pedía tabaco. Cierto día que Ana me dio su paquete para que lo guardará, al mediodía se me olvido devolvérselo y a ella pedírmelo. Cuando llegue a casa a comer, al sentarme en la mesa, me metí la mano en el bolsillo de la camisa y extrañado saque el paquete de Ducados delante de mis padres. Recuerdo que me puse de todos los colores y que mis padres me pusieron cara de interrogatorio. Les explique lo que pasaba, y aunque entiendo que mi explicación pudiera sonar a cuento, creo que me creyeron. Desde aquel día, deje de guardarle el tabaco a Ana. Justo a final del segundo curso, el último de la FP, coincidiendo con los festejos de fin de curso, nos llevaron de visita a la fábrica de cigarrillos que hay en nuestra ciudad. Recuerdo el olor a tabaco que invadía la atmósfera
y recuerdo lo impresionado que estaba viendo aquella máquinas que primero enrollaban los cigarrillos y las otras que los empaquetaban….el caso es que al salir de aquella visita, no recuerdo muy bien si le pedí un Ducados a Ana o un Fortuna a Lourdes, otra compañera, creo que les dije que necesitaba fumarme un cigarrillo….mi primer cigarrillo. La verdad es que me maree, me sentó fatal y no volví a fumar…hasta mucho tiempo después. Con el correr de la década de los 80, el tabaco poco a poco empezó a tener mala fama, se empezó a decir que provocaba cáncer de pulmón y no se que otras enfermedades. A finales de 1983 empecé a trabajar en la oficina, y mi primer compañero y maestro, Juan, fumaba Chesterfield. En aquellos días casi todas las personas que trabajaban en la oficina fumaban, exceptuando Paco, uno de los jefes, que hacia unos meses que lo había dejado. Según me ha contado en más de una ocasión, Paco se fumaba 4 paquetes diarios. Cuando decidió dejarlo, al mismo tiempo, se matriculo en un gimnasio donde empezó a dar artes marciales. A día de hoy no se cuantos cinturones ha conseguido ya (disculpen mi ignorancia sobre el particular….). Mientras en casa por aquellos días, mi padre seguía fumando, tabaco rubio, por supuesto, pero se había pasado al Marlboro. Mi hermana Elisa que fumaba desde los 13 años, fumaba Fortuna y la mayoría de mis amigos (Dany, Pilar, Bea….) fumaban también Fortuna. Yo seguía con mi firmeza de espíritu y alguna calada furtiva le daba alguna vez, y sobre todo, porque más o menos en aquella época es cuando empecé a descubrir el mundo de la noche, de la marcha, de los locales nocturnos y porque no decirlo, de algún que otro “porro” furtivo. Cuando mi hermana Elisa empezó a salir con Iñaki, mi cuñado, éste fumaba Ducados. Mi padre a pesar de que fumaba tabaco rubio, tenia por costumbre después de comer y de cenar fumarse un cigarrillo de tabaco negro, por lo que tenía siempre por casa, una cajetilla de Ducados. Recuerdo que cuando mi cuñado empezó a venir a casa, de vez en cuando le decía a mi padre: “José, le cojo un cigarrillo, que se me han terminado…..” pero en otras ocasiones o bien se le olvidaba o quizás le daba corte, no le decía nada a mi padre. Mi padre a veces se cabreaba porque en algunas ocasiones lo dejaba casi sin su tabaco. El caso es que unas navidades, entre todos le regalamos un bote con unos 200 cigarrillos de la marca Ducados, y recuerdo que mi padre, medio en broma medio en serio, dijo: “lo voy a esconder, porque si no, Iñaki se lo va a fumar entero….” Mis hermanos pequeños, Tatiana y Alejandro, tendrían por aquel entones 6 y 4 años, y al siguiente día que apareció mi cuñado le dijeron: “Iñaki, a mi padre le ha traído Papa Noel un bote de cigarrillos, pero lo ha escondido para que tu no te los fumes….” Todavía en casa cuando nos acordamos de aquello, no paramos de reír. Poco tiempo después, mi padre se planteó dejar de fumar, y la verdad es que casi lo consiguió, estuvo dos años sin fumar…..
A finales de enero de 1987 paso algo en mi vida que cambio mi percepción de las cosas y de mi realidad. Estuve tres meses en cama con una hepatitis tipo B que todavía, 23 años después, sigue siendo un misterio como me contagie aquello. En aquellos tres meses, me asuste, me asusto mi madre y me asustaron los médicos acerca de los peligros de la “mala vida”. Estando todavía convaleciente de aquello, me dio un fuerte ataque de asma, que hizo que mi recuperación fuera todavía un poco más larga. Después de mi recuperación volví a mi vida, seguí trabajando duramente y volví al instituto donde estaba estudiando en nocturno 1º de BUP. A pesar de mi enfermedad, conseguí aprobar el curso, incluso destacando en algunas asignaturas. Coincidiendo con el final de curso, empezaron las cenas con mis compañeros, ya algunos convertidos en amigos. Durante aquel tiempo empecé a salir más y de repente me di cuenta que hasta entonces había sido un buen chico, trabajaba mucho, estudiaba, siempre llegaba pronto a casa, no fumaba y bebía razonablemente poco y aun así había cogido una enfermedad y estuve a punto de sufrir graves secuelas, con tan solo 19 años de edad. Si a eso le sumas que toda mi vida había sido un niño enfermizo lleno de complejos y de frustraciones, por lo que decidí que desde aquel momento no iba a ser tan buen chico, que me iba a dejar llevar un poco más por mis instintos y vivir la vida un poco más. El caso es que en una de esas primeras salidas, empecé a fumar…..Al principio solo fumaba los fines de semana o cuando salía de copas, el problema es que cada vez se hacia más habitual el salir y mi consumo de tabaco empezó a aumentar. De todos modos, yo en casa seguía guardando las apariencias. Me daba mucha vergüenza que ya con 20 años, después de haber superado la adolescencia donde todos empezamos a fumar por querer parecer mayores, que ahora, relativamente tarde, me enganchara yo al carro del tabaco. Además estaba el tema de mi enfermedad, si el tabaco era perjudicial para cualquiera, en mi caso, más todavía. Lo bueno de guardar las apariencias era que tanto en mi trabajo como en casa no fumaba, cosa que casi he seguido a rajatabla hasta ahora y eso me ha hecho poder aguantar muchas horas seguidas sin fumar, a pesar de haber subido el consumo de tabaco. Recuerdo que un par de años después, cierto día nos fuimos a comer a la nueva casa que se habían comprado mi hermana Elisa y mi cuñado. Era sábado y como estaba cerca de casa, mis hermanos Verónica y Fernando se fueron andando. Mis padres y mis hermanos pequeños se vinieron conmigo en el “1430”. Por aquel entonces cuando regresaba de madrugada (a veces ya había amanecido….) de mis salidas nocturnas, para que no me pillaran con tabaco encima, lo guardaba en el coche. Pero como a veces, como ese día, tenía que llevar a mis padres a algún sitio, llevaba también cuidado de no dejar el tabaco en la guantera o cualquier otro lugar del habitáculo del coche susceptible de registro involuntario o no por parte de mis padres. Por eso se me ocurrió que un buen escondite para el tabaco era la funda del asiento delantero del conductor. Aquel día de camino a casa de mi hermana y en un frenazo, mi paquete de tabaco se cayó al suelo y al acelerar apareció en los pies de mi madre que estaba sentada en el asiento trasero, justo detrás de mi. Mi madre al verlo me espetó: “José, tienes un paquete de Fortuna en el suelo del coche….” Con cara de circunstancia le comente que seguramente era de algún amigo/amiga que la noche anterior se había subido al coche. No se si mis padres me creyeron, pero mi madre a continuación soltó: “Pues nada, como tu no fumas, se lo daré a tu hermana Elisa….” Recuerdo que empecé fumando Fortuna, pero que al poco tiempo, me cambie a Pall Mall. Era barato y me sabía bien, aunque debo de confesar, incluso a día de hoy, que las diferencias entre las distintas marcas (por lo menos de tabaco rubio) apenas las distingo, sé que me gustan algunos más que otros, pero realmente no encuentro grandes diferencias entre unos y otros. Algún tiempo más tarde me cambie a una marca nueva que salió, Viceroy, no es que me gustará mucho, pero era barato y lo bueno es que en su promoción de salida, en sus cajetillas, siempre venia una frase famosa de algún actor de Hollywood. El caso es que podías coleccionarlas, y con una cartilla que te daban en los quioscos, cuando la completabas, podías entrar en un concurso donde sorteaban un coche réplica del mítico Porsche 356 de los años 50. No se porque pero al final acabe fumando Camel, y la verdad es que ha sido la marca de tabaco que más constante he sido, la que más me ha gustado. Curiosamente, cuando empecé a fumar Camel, empecé mis excursiones por los lugares peligrosos, donde tuve (he incluso hasta hace poco he tenido) aventuras de lo más variopinto. Recuerdo que en aquellos años me sentía como un explorador y de alguna manera fumar Camel, reafirmaba tal idea.
En una de esas primeras nochebuenas después de la muerte de mi abuela en el año 1995, recuerdo que yo estaba algo nervioso después de la cena. Mi padre había vuelto a fumar, mi hermana Elisa fumaba, mí cuñado Iñaki fumaba, mi hermano Fernando, también asmático como yo, fumaba en casa delante de mis padres y yo, seguía manteniendo las apariencias. Ya desde hacia tiempo, los regalos de navidad entre nosotros se limitaban a pequeños presentes simbólicos, eso es, mi madre nos compraba calcetines o pañuelos a Iñaki, a Fernando, a Alejandro a mi padre y a mi, a Elisa, a Verónica y a Tatiana unas medias o alguna pulsera o sortija de bisutería, o alguna vágatela. Mi padre se compraba un cartón de Marlboro y lo repartía entre todos los fumadores, le daba un paquete a Fernando, un paquete a Iñaki y otro a Elisa. Aquella noche después de la cena y ya en la sobremesa, cuando llego aquel momento, debí de poner una cara de envidia, aunque quizás lo que realmente me pasaba es que tenia unas ganas de fumarme un cigarrillo que casi no podía aguantarme. Mi padre jugueteaba con una cajetilla sin abrir, dándole vueltas sobre la mesa, hasta que llegado un momento, soltó esa cajetilla, cogió la suya ya empezada, la abrió y ofreciéndome un cigarrillo dijo: “anda, coge uno que veo que ya no puedes más…..”Nunca pensé que mi padre me pudiera decir esas palabras, que todavía a día de hoy y estando escribiendo estas líneas, me emocionan. Por cierto, aquella noche mi padre me regalo una cajetilla de Marlboro. A pesar de que desde entonces ya era oficial que fumaba, como he comentado antes, seguía manteniendo cierto orden y en casa apenas fumaba. Me limitaba a fumar el cigarrillo de después de comer, el de después de cenar y algún que otro en algún momento puntual, pero por línea general, en casa apenas fumaba. En contraposición, empezó en mi vida una etapa de un descontrol general, de un ir y venir a ninguna parte, de un consumo exagerado de alcohol y de tabaco, de trasnochar casi todas las noches, de dormir poco…..en general, una vida un poco loca. En aquellos días recuerdo que los otoños más duros, donde era más susceptible a sufrir ataques de asma, intentaba fumar menos o incluso durante algunos años, en esa época me pasaba a fumar tabaco light o incluso, extra-light. Durante la década de los 90 la lucha anti-tabaco se volvió algo más dura, en América se prohibía la publicidad de cualquier tipo sobre el tabaco, se prohibía fumar en lugares públicos y aquí cada vez tenia peor prensa. Es un hecho que el tabaco produce muchísimas enfermedades y esa es la piedra angular de los luchadores anti-tabaco. De todas maneras, parte de ciertos sectores anti-tabaco son ex fumadores y cuando dejan de fumar se vuelven mucho más intolerantes que los que no han fumado nunca. El caso es que al terminar la década de los 90, la publicidad del tabaco había casi desaparecido por completo.
Ya en los 2000, salió la ley que obligaba a que en las cajetillas de tabaco viniera una seria advertencia de los peligros de fumar. Aquellas “esquelas” como enseguida se las bautizó, dieron mucho que hablar. Recuerdo una conversación que tuve con Carlos, un amigo que decía que esta sociedad es muy hipócrita, decía que se había abierto una guerra sin cuartel contra el tabaco y que sin embargo, en España, la principal causa de muertes eran los accidentes de tráfico, y él lanzaba la siguiente pregunta. “¿Por qué no obligan a que los coches, en las puertas lleven escrito unas advertencias del peligro que supone conducir a alta velocidad, o conducir bebido, o cometer cualquier imprudencia?” Recuerdo que en noviembre de 2002 trabajaba con nosotros Mayte. Mayte era una chica muy cariñosa, de amplia sonrisa y que estaba a las órdenes de Juan Carlos, el graduado social de la oficina y que se encargaba del departamento laboral. Mayte no fumaba y en aquella época todavía se podía fumar en las oficinas. Cierto día, sin previo aviso y por iniciativa propia, coloco por toda la oficina unos carteles prohibiendo fumar en la oficina. El resto de compañeros, a regañadientes, intentamos respetar más o menos la voluntad de Mayte. La verdad es que la oficina es una especie de “bunker” sin ventanas al exterior y claro, al ponerse a fumar dos personas, enseguida la cancha de trabajo se llenaba de humo. Al fondo de la oficina hay una especie de despacho que a veces se utilizaba como sala de juntas, por lo que los fumadores aprovechamos ante aquella situación para meternos dentro y fumar. Un par de días después, Mayte sin previo aviso coloco en aquel despacho también el dichoso cartel. Tuve una pequeña discusión con ella y dejo de hablarme. Unos días después, uno de mis jefes reunió a todos y se cebo con Mayte diciéndole que mientras la ley no cambiará, él era el único que decidía si se fumaba o no en la oficina, instándola a que de inmediato quitara aquellos carteles. Lo peor de aquella humillación para Mayte fue que al mismo tiempo que le echaba la bronca, también y de forma premeditada, le echaba el humo de su cigarrillo en la cara……Unos días después de aquello, Mayte pidió su baja, y un mes después dejo de trabajar en la empresa. A finales de 2005, la ministra de sanidad, Elena Salgado (en la actualidad, ministra de economía) aprobó la ley 28/2005 por la que se prohibía fumar en los centros de trabajo. A partir de entonces en la oficina nadie podía fumar. La verdad es que a mi en particular aquella ley no me afecto demasiado, yo me consideró “fumador social”, mi primer cigarrillo es siempre después de comer, paso la mañana entera sin fumar. Entre semana, si voy de mi casa al trabajo y del trabajo a casa, mi consumo diario de tabaco se puede quedar entre 3 y 5 cigarrillos. El problema radica cuando me voy a tomar una cerveza con los amigos, o tengo alguna cena o reunión, donde mi consumo se disipará…. En la actualidad se esta estudiando aprobar una ley anti tabaco mucho más restrictiva, al estilo de otros países europeos donde en “ningún” lugar abierto al público se puede fumar. Esto incluiría los pubs, bares de copas, discotecas, cafeterías, restaurantes, etc., etc. Por un lado los hosteleros dicen que van a perder mucha clientela, la gente al no poder fumar, se quedará en casa fumando y por otro lado los anti-tabaco dicen que así mucha gente se decidirá dejar de fumar, es mucho más fácil para un ex fumador las prohibiciones. En teoría tengo entendido que dicha ley entrará en vigor a principios del próximo año 2011.
Durante estos últimos años he estado calibrando la posibilidad de dejar de fumar, con la convicción de que tarde o temprano debía de hacerlo. Lo que me preocupaba era por un lado, mi poca fuerza de voluntad, y por otro me daba miedo pensar en que mi carácter, ya de por si difícil, se volviera por la falta de tabaco, mucho peor. Por otro lado, me preocupaba también el hecho de volver a engordar, que la ansiedad que me provocará la falta de cigarrillos se transformase en un voraz apetito que me llevara a volver a engordar y sentirme otra vez pesado, torpe, y estéticamente sentirme fatal. También he llegado a pensar que si pudiera mantenerme en un consumo diario de 5 cigarrillos, que eso en realidad no es fumar…pero claro, ¿Cómo controlarse? ¿Cómo evitar que una noche de tertulia no acabe fumando un paquete entero de cigarrillos? La verdad es que estos pensamientos eran el último chantaje que me hacia el tabaco. Desde que empezó el este último otoño he empezado a encontrarme mal, respiraba fatal y cada vez me sentía mas fatigado. Si a eso le añades que cualquier esfuerzo que hago me cuesta muchísimo, y que la mayoría de los cigarrillos que a veces me fumo, ni tan siquiera me saben bien, es simplemente fumar por fumar. El viernes 7 de octubre estaba por la tarde trabajando en casa, y a eso de las 7.30 de la tarde, me metí en la ducha, me vestí y como casi todos los viernes, me marche al pub. Normalmente suelo llegar el primero, le pedí a Paca una cerveza y me encendí un cigarrillo, siempre el mismo ritual. Me quedaban 4 cigarrillos en mi paquete de Pall Mall (con la crisis empecé a fumar otra vez Pall Mall….algo más barato que el Camel). Rosa y Andrés llegaron como tres cuartos de hora más tarde. En ese momento ya me había fumado 3 cigarrillos. Le pedí cambio y saque de la máquina otro paquete de Pall Mall. Un poco más tarde aparecieron José Luis y Alicia. Estuvimos hablando de cuando volveríamos a coger la bicicleta, que todavía hacia demasiado calor, que debíamos de volver a quedar para hacer senderismo, y también salió el tema del tabaco. José Luis comento que lo estaba pensando muy seriamente, que iba a ir al médico a que le recetará ansiolíticos para conseguir no tener ansiedad. Yo comente que lo estaba pensando, que necesitaba dejarlo, pero no me creía con fuerzas, que me daba pánico engordar, y en que en resumidas cuentas, que no me creía capaz de dejarlo, por lo menos, a corto plazo…..Fue transcurriendo la noche del viernes, más o menos como cualquier otro viernes, quedamos al día siguiente para ir a navegar en el velero, las dos parejas como siempre, se fueron relativamente pronto (a eso de las 12 de la noche) y yo, como siempre, aguante un poco más de conversación con otros amigos habituales del pub. Llegue a eso de la 1.30 a casa, y mientras me acostaba, todavía me encendí un último cigarrillo que apenas disfrute. Me quedaban 3 cigarrillos en el paquete de Pall Mall que había comprado esa noche. A la mañana siguiente me levante tal mal que apenas podía ni respirar. Pensé incluso que tendría que cancelar la cita para ir a navegar, debido a mi estado. Cuando llegaron Andrés y José Luis a por mi, ya me encontraba algo mejor, pero todavía fatigado. El caso es que de camino a Santa Pola, saque mi paquete de tabaco y dije solemnemente: “os lo regalo, anoche me fume mi último cigarrillo, voy a dejar de fumar” . A día de hoy todavía sigo sin fumar……se que es un camino largo y costoso, pero creo que ya estoy preparado.
Pd.: No deja de ser curioso que titule este artículo “adiós viejo amigo”, porque a pesar de que me ha acompañado muchas veces en las más diversas situaciones de mi vida, y ha sido mi fiel compañero en aquellas barras de bares solitarias donde buscaba respuestas a no se qué. Debo de decir que de amigo tiene muy poco, casi acaba con mi salud, no quiero ni pensar el dineral que me ha costado durante todo este tiempo y por desgracia, el cáncer de pulmón que se llevo la vida de mi padre, casi con total seguridad lo provocaría él…..con amigos así, ¿Quién necesita enemigos?