Aquella bicicleta era preciosa, una Orbea de los años 50, más o menos, restaurada por mi padre. Era de color verde metalizado, el sillín era de cuero y tenia hasta su bomba de aire para hinchar las ruedas. Aquellos primeros domingos del mes de abril, en el campo de fútbol, aprendí a montar en bicicleta, con la infinita paciencia de mi padre. Durante todo ese mes, tuve las rodillas y las piernas llenas de moratones, magulladuras y demás señales, que yo mostraba orgulloso los lunes en el colegio, como heridas de guerra.
A principios de abril, también se celebro lo que era todo un acontecimiento televisivo de primer orden, el Festival de la canción de Eurovisión. Esa noche, recuerdo que mi padre se ducho y se puso un pijama nuevo, mi madre estaba preparando la cena, y mis hermanos y yo, estábamos muy nerviosos esperando que empezara el festival. Aquella edición, España mando nada más y nada menos que a Peret con una rumba muy pegadiza que decía algo así como “canta y se feliz….” No recuerdo en que lugar quedo, pero si recuerdo los nerviosismos de las votaciones, la rabia de saber que no ganaba España. Aquella noche, en los intermedios, pusieron un anuncio de una película que estrenaban en el cine, “el coloso en llamas”, aquel anuncio me impacto de tal forma, que estuve durante unos días soñando con edificios que se quemaban y que yo me encontraba dentro; siempre le he tenido miedo al fuego, y a morir quemado. Esa noche, todos nos acostábamos tarde, había que ver el festival, recuerdo después de cenar, en la mesita de estar, la botella de whiski Dyc y los cigarrillos que fumaba mi padre, de la marca Winston, y yo pensé que si algún día fumara, que fumaría esa marca. En fin, volviendo al festival, gano Suecia, con la canción Waterloo, cantada por el grupo ABBA. Aunque hubiera preferido que ganara España, reconozco que aquella canción sueca y aquel grupo me gusto.
Un par de semanas después me tocaba revisión médica. En aquel entonces el médico que me trataba el asma estaba en un pueblo de montaña, a unos 120 kilómetros de nuestra casa, y cada vez que íbamos era como irse a un largo viaje. Este viaje ya empezó mal, porque la noche anterior habían estado en casa un matrimonio amigo de mis padres, Manolo y Vicentina, algo más jóvenes que mis padres, recién casados y sin hijos. Parece ser que mi padre se paso un poco con la bebida, y al día siguiente, tenia lo que yo tarde muchos años después en descubrir, una “resaca”. El caso es que al levantarme, mientras mi madre terminaba de vestirme y peinarme, se peleaba y discutía con mi padre; no se, aquello me produzco una sensación de mucha tristeza y enfado con él, de alguna forma sentía que mi madre tenia razón. Al final de aquella discusión, terminamos de vestirnos y nos fuimos, aunque mi padre no conducía, nos fuimos en el Morris 1100 Traveller de Manolo, con Vicentina, mi madre, mi padre y yo. Teníamos que subir por un puerto de montaña llamado “la carrasqueta” y que en aquella época era algo peligroso. Las carreteras eran estrechas y las curvas eran bastante pronunciadas. Llegamos a media mañana a la plaza del pueblo, donde estaba la consulta de Don Honorio, así se llamaba el médico. Según su diagnostico, lo que me producía el asma era una “mancha” en los bronquios y su tratamiento consistía básicamente en atiborrarme a pastillas de cortisona (recuerdo hasta la marca, “Dacortin”). Aquella consulta era como una mezcla entre el laboratorio del Dr. Frankenstein y un coqueto salón de té ingles de principios de siglo. En su consulta, tenia una máquina de rayos x, metálica, de la marca General Electric (me quedaba boquiabierto mirando el escudo de “General Electric”); me hacia desnudarme de cintura para arriba, y me ponía dentro de aquella máquina. Se apagaban las luces y yo oía como le decía a mi madre: “….lo ve, ahí esta la mancha, eso es lo que le produce el asma….”
Lo mejor de aquellos viajes, era que después de la consulta, como casi siempre salíamos alrededor de al mediodía, nos quedábamos a comer en una especie de bar-bodega que había en la plaza del pueblo. Mi madre casi siempre compraba allí mismo embutidos, que eran muy buenos. La anécdota de aquel día fue que Vicentina, pidió un “montadito” de morcilla y le sirvieron un pedazo de bocata de casi dos palmos de grande.
Los sábados por la mañana, normalmente, mi padre no trabajaba. Se levantaba a la misma hora que todos los días, se vestía con ropa más o menos sport, y se iba con su moto a ver a su madre. Yo, algunos sábados, si me levantaba temprano como él, le acompañaba. Aprovechaba también ese día para los papeleos bancarios, que de ellos se encargaba mi tío Carlos, y bueno, si luego quedaba tiempo, paseábamos viendo tiendas, sobre todo de libros. Recuerdo uno de esos sábados, que nos fuimos en un Renault Dauphine que mi padre estaba reparando; aparcamos en el centro de la ciudad, donde residía mi abuela. Desayunamos con ella en su casa, ella siempre me daba un billete de 100 pesetas que se suponía que yo tenia que repartir con mis hermanos (a veces no lo hacia, lo reconozco…) y después nos fuimos andando por las tiendas del centro de la ciudad. Cuando termino aquel paseo, nos fuimos al taller, y mi padre me dijo: “….he vendido el Ford, te voy a enseñar el coche que he comprado…” Era un precioso SEAT 1500 e color gris marengo y con motor diesel…en aquellos años, un “cochazo”….
A principios de abril, también se celebro lo que era todo un acontecimiento televisivo de primer orden, el Festival de la canción de Eurovisión. Esa noche, recuerdo que mi padre se ducho y se puso un pijama nuevo, mi madre estaba preparando la cena, y mis hermanos y yo, estábamos muy nerviosos esperando que empezara el festival. Aquella edición, España mando nada más y nada menos que a Peret con una rumba muy pegadiza que decía algo así como “canta y se feliz….” No recuerdo en que lugar quedo, pero si recuerdo los nerviosismos de las votaciones, la rabia de saber que no ganaba España. Aquella noche, en los intermedios, pusieron un anuncio de una película que estrenaban en el cine, “el coloso en llamas”, aquel anuncio me impacto de tal forma, que estuve durante unos días soñando con edificios que se quemaban y que yo me encontraba dentro; siempre le he tenido miedo al fuego, y a morir quemado. Esa noche, todos nos acostábamos tarde, había que ver el festival, recuerdo después de cenar, en la mesita de estar, la botella de whiski Dyc y los cigarrillos que fumaba mi padre, de la marca Winston, y yo pensé que si algún día fumara, que fumaría esa marca. En fin, volviendo al festival, gano Suecia, con la canción Waterloo, cantada por el grupo ABBA. Aunque hubiera preferido que ganara España, reconozco que aquella canción sueca y aquel grupo me gusto.
Un par de semanas después me tocaba revisión médica. En aquel entonces el médico que me trataba el asma estaba en un pueblo de montaña, a unos 120 kilómetros de nuestra casa, y cada vez que íbamos era como irse a un largo viaje. Este viaje ya empezó mal, porque la noche anterior habían estado en casa un matrimonio amigo de mis padres, Manolo y Vicentina, algo más jóvenes que mis padres, recién casados y sin hijos. Parece ser que mi padre se paso un poco con la bebida, y al día siguiente, tenia lo que yo tarde muchos años después en descubrir, una “resaca”. El caso es que al levantarme, mientras mi madre terminaba de vestirme y peinarme, se peleaba y discutía con mi padre; no se, aquello me produzco una sensación de mucha tristeza y enfado con él, de alguna forma sentía que mi madre tenia razón. Al final de aquella discusión, terminamos de vestirnos y nos fuimos, aunque mi padre no conducía, nos fuimos en el Morris 1100 Traveller de Manolo, con Vicentina, mi madre, mi padre y yo. Teníamos que subir por un puerto de montaña llamado “la carrasqueta” y que en aquella época era algo peligroso. Las carreteras eran estrechas y las curvas eran bastante pronunciadas. Llegamos a media mañana a la plaza del pueblo, donde estaba la consulta de Don Honorio, así se llamaba el médico. Según su diagnostico, lo que me producía el asma era una “mancha” en los bronquios y su tratamiento consistía básicamente en atiborrarme a pastillas de cortisona (recuerdo hasta la marca, “Dacortin”). Aquella consulta era como una mezcla entre el laboratorio del Dr. Frankenstein y un coqueto salón de té ingles de principios de siglo. En su consulta, tenia una máquina de rayos x, metálica, de la marca General Electric (me quedaba boquiabierto mirando el escudo de “General Electric”); me hacia desnudarme de cintura para arriba, y me ponía dentro de aquella máquina. Se apagaban las luces y yo oía como le decía a mi madre: “….lo ve, ahí esta la mancha, eso es lo que le produce el asma….”
Lo mejor de aquellos viajes, era que después de la consulta, como casi siempre salíamos alrededor de al mediodía, nos quedábamos a comer en una especie de bar-bodega que había en la plaza del pueblo. Mi madre casi siempre compraba allí mismo embutidos, que eran muy buenos. La anécdota de aquel día fue que Vicentina, pidió un “montadito” de morcilla y le sirvieron un pedazo de bocata de casi dos palmos de grande.
Los sábados por la mañana, normalmente, mi padre no trabajaba. Se levantaba a la misma hora que todos los días, se vestía con ropa más o menos sport, y se iba con su moto a ver a su madre. Yo, algunos sábados, si me levantaba temprano como él, le acompañaba. Aprovechaba también ese día para los papeleos bancarios, que de ellos se encargaba mi tío Carlos, y bueno, si luego quedaba tiempo, paseábamos viendo tiendas, sobre todo de libros. Recuerdo uno de esos sábados, que nos fuimos en un Renault Dauphine que mi padre estaba reparando; aparcamos en el centro de la ciudad, donde residía mi abuela. Desayunamos con ella en su casa, ella siempre me daba un billete de 100 pesetas que se suponía que yo tenia que repartir con mis hermanos (a veces no lo hacia, lo reconozco…) y después nos fuimos andando por las tiendas del centro de la ciudad. Cuando termino aquel paseo, nos fuimos al taller, y mi padre me dijo: “….he vendido el Ford, te voy a enseñar el coche que he comprado…” Era un precioso SEAT 1500 e color gris marengo y con motor diesel…en aquellos años, un “cochazo”….
5 comentarios:
Ah, el 1500. ¡Qué tiempos aquellos! Los taxis, las ambulancias, los celulares de "los grises". Todo eran 1500 ...
Garfio: Ya sabe, aquel cambio de marchas en el volante...que recuerdos tan evocadores...¿le queda bien el sombrero? Saludos.
Bueno, bueno, que forma de redactar los recuerdos, los sentimientos y los momentos, has conseguido trasladarme a 1974, aunque mi disco duro no dispone de tanta memoria, buffffff no recordaba el Eurovisión de Peret ( sin embargo si recuerdo a ABBA, jejejeje).
No cambies nunca, por favor,
Un abrazo muy fuerte
Zarco: Gracias por tus elogios, seguire contandote cosas, ya sabes que me gusta viajar, y más en el tiempo. Besos.
Ya sabes que me encanta como relatas tus recuerdos, haces que los viva contigo.
Te dejé un regalo en mi blog cariño.
Besotesssssssssssssss
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