El 31 de octubre las Cortes aprobaban la Constitución Española, acordándose el referéndum para el 6 de diciembre. España no tenía una constitución desde la 2ª República, y de esto hacia ya más de 39 años.
Mientras en casa yo seguía adaptándome al nuevo colegio, a los nuevos compañeros y como no, a la nueva vida desde que vivíamos en la nueva casa. Fernando y yo nos quedábamos en el comedor del colegio, otra novedad con respecto a nuestro antiguo colegio. Desde las 9 que entrábamos, no salíamos hasta las 5 de la tarde. No recuerdo mucho sobre aquel noviembre, solo que ese otoño el tiempo como siempre empezó a empeorar en noviembre y que mis ataques de asma me seguían molestando. Uno de aquellos ataques, ya a principios de diciembre, fue bastante largo y no se me pasaba. Era domingo y Queta, nuestra vecina, subió cuando salió del hospital de trabajar. Fue entonces cuando le dijo a mi madre: “si no mejora, ¿Por qué no lo llevas al hospital?” Hasta el año anterior, los trabajadores autónomos no tenían seguridad social, tenían que hacerse un seguro médico privado y desde el año anterior que reformaron la ley , nosotros ya teníamos seguridad social. Por la tarde noche de aquel domingo, y en vista de que no se me pasaba aquel ataque, mis padres me llevaron al hospital. Queta, que había trabajado la noche anterior, también lo hacia aquella noche, por lo que al llegar, mi madre fue a avisarla de que estábamos allí. Estaba un poco asustado, yo nunca había estado en un hospital, y aquello impresionaba un poco. Recuerdo que vino Queta con su uniforme y me hizo pasar a una sala donde ella misma me saco sangre para los análisis. Recuerdo que en la sala de espera de urgencias entraron una camilla con una mujer que se había intentado suicidar. La mujer, entre sollozos, al verme les dijo a los enfermeros que no quería estar allí, que yo le recordaba a su hijo y los enfermeros nos pidieron que nos trasladáramos a otra sala, no recuerdo muy bien el comentario de mi madre, pero estoy convencido que no fue nada bueno. A eso de las 12 de la noche, me trasladaron a la 6ª planta y como no había habitaciones, pase la noche en una sala de curas (una especie de mini-quirófano). Al día siguiente ya me pasaron a una habitación, con 5 personas más, de todos ellos, el más joven tenía 49 años y estaba en coma. Aquello me impactó mucho, además a mi izquierda, había un hombretón de unos 75 años que estaba con goteros, oxigeno y que daba la impresión que lo estaba pasando muy mal. Queta nos había hablado de un joven médico trasladado desde Valencia, que había inaugurado el departamento de “Alergología” del hospital. Dos días después de mi ingreso, el Dr. Niveiro me recibió en su consulta. Me hizo una exploración y me abrió un informe: “Paciente de 10 años de edad, con crisis asmática grave, 19 kilos de peso…..” y continuación me hicieron las pruebas de las alergias, que consistieron en 36 pequeños pinchazos en la espalda de las supuestas sustancias que podrían producirme cualquier tipo de reacción alérgica. Esa noche lo pase realmente mal, los pinchazos me escocían mucho y estaba muy inquieto y nervioso. Para colmo de males, el señor de la cama de la izquierda estaba sufriendo mucho y se estremecía de dolor. En uno de aquellos arrebatos, el hombre se arranco los goteros, salpicándome de sangre. Yo que estaba sin poder dormir, el verme manchado sangre hizo que me pusiera todavía más nervioso. Una de las enfermeras que vino a atender al señor de la cama de al lado, al verme así, me trajo un pijama limpio y le dijo a mi madre: “¿por qué no se trae al niño a la sala de enfermeras hasta que se calme y se quede dormido?” Las enfermeras en cada planta del hospital tienen una especie de sala de descanso donde pasan la noche. Mi madre acepto gustosa la invitación y la verdad es que al final, me quede tranquilo dormido rodeado de aquellas amables enfermeras. Cuando por la mañana regrese a mi habitación, el señor de la cama de al lado ya no estaba, y su hijo, recogiendo los efectos personales de su padre, se despidió de mi madre y de mi….y es que mi madre me dijo que el señor había fallecido esa noche. Esa misma mañana vino a visitarme el doctor Niveiro y me firmó el alta, así que a media mañana, mi padre vino a recogeros al hospital. Recuerdo que era día gris, que hacía mucho frio. En la radio del coche, mis padres escuchaban las noticias de cómo iba el referéndum sobre la constitución española y es que ese día era el 6 de diciembre. Recuerdo que cuando llegue a casa mis hermanos no estaban, estaban en casa de Queta y se quedaban allí a comer. Ese día no tenían colegio por el referéndum. Recuerdo que por la tarde, entre informativos de cómo iba la jornada electoral pusieron una película y recuerdo en particular un documental sobre unos submarinistas que se sumergían a los restos del un transatlántico italiano que se había hundido en los años 50, el Andrea Doria…..aquel documental me fascino, y la historia de aquel barco me cautivo. Por la noche recuerdo toda la programación especial que dieron y como hasta bien entrada la noche no empezaron a dar los primeros resultados del referéndum, y que por supuesto, la mayoría dijo sí. España ya tenía por fin, después de muchos años, una constitución.
Mientras en casa yo seguía adaptándome al nuevo colegio, a los nuevos compañeros y como no, a la nueva vida desde que vivíamos en la nueva casa. Fernando y yo nos quedábamos en el comedor del colegio, otra novedad con respecto a nuestro antiguo colegio. Desde las 9 que entrábamos, no salíamos hasta las 5 de la tarde. No recuerdo mucho sobre aquel noviembre, solo que ese otoño el tiempo como siempre empezó a empeorar en noviembre y que mis ataques de asma me seguían molestando. Uno de aquellos ataques, ya a principios de diciembre, fue bastante largo y no se me pasaba. Era domingo y Queta, nuestra vecina, subió cuando salió del hospital de trabajar. Fue entonces cuando le dijo a mi madre: “si no mejora, ¿Por qué no lo llevas al hospital?” Hasta el año anterior, los trabajadores autónomos no tenían seguridad social, tenían que hacerse un seguro médico privado y desde el año anterior que reformaron la ley , nosotros ya teníamos seguridad social. Por la tarde noche de aquel domingo, y en vista de que no se me pasaba aquel ataque, mis padres me llevaron al hospital. Queta, que había trabajado la noche anterior, también lo hacia aquella noche, por lo que al llegar, mi madre fue a avisarla de que estábamos allí. Estaba un poco asustado, yo nunca había estado en un hospital, y aquello impresionaba un poco. Recuerdo que vino Queta con su uniforme y me hizo pasar a una sala donde ella misma me saco sangre para los análisis. Recuerdo que en la sala de espera de urgencias entraron una camilla con una mujer que se había intentado suicidar. La mujer, entre sollozos, al verme les dijo a los enfermeros que no quería estar allí, que yo le recordaba a su hijo y los enfermeros nos pidieron que nos trasladáramos a otra sala, no recuerdo muy bien el comentario de mi madre, pero estoy convencido que no fue nada bueno. A eso de las 12 de la noche, me trasladaron a la 6ª planta y como no había habitaciones, pase la noche en una sala de curas (una especie de mini-quirófano). Al día siguiente ya me pasaron a una habitación, con 5 personas más, de todos ellos, el más joven tenía 49 años y estaba en coma. Aquello me impactó mucho, además a mi izquierda, había un hombretón de unos 75 años que estaba con goteros, oxigeno y que daba la impresión que lo estaba pasando muy mal. Queta nos había hablado de un joven médico trasladado desde Valencia, que había inaugurado el departamento de “Alergología” del hospital. Dos días después de mi ingreso, el Dr. Niveiro me recibió en su consulta. Me hizo una exploración y me abrió un informe: “Paciente de 10 años de edad, con crisis asmática grave, 19 kilos de peso…..” y continuación me hicieron las pruebas de las alergias, que consistieron en 36 pequeños pinchazos en la espalda de las supuestas sustancias que podrían producirme cualquier tipo de reacción alérgica. Esa noche lo pase realmente mal, los pinchazos me escocían mucho y estaba muy inquieto y nervioso. Para colmo de males, el señor de la cama de la izquierda estaba sufriendo mucho y se estremecía de dolor. En uno de aquellos arrebatos, el hombre se arranco los goteros, salpicándome de sangre. Yo que estaba sin poder dormir, el verme manchado sangre hizo que me pusiera todavía más nervioso. Una de las enfermeras que vino a atender al señor de la cama de al lado, al verme así, me trajo un pijama limpio y le dijo a mi madre: “¿por qué no se trae al niño a la sala de enfermeras hasta que se calme y se quede dormido?” Las enfermeras en cada planta del hospital tienen una especie de sala de descanso donde pasan la noche. Mi madre acepto gustosa la invitación y la verdad es que al final, me quede tranquilo dormido rodeado de aquellas amables enfermeras. Cuando por la mañana regrese a mi habitación, el señor de la cama de al lado ya no estaba, y su hijo, recogiendo los efectos personales de su padre, se despidió de mi madre y de mi….y es que mi madre me dijo que el señor había fallecido esa noche. Esa misma mañana vino a visitarme el doctor Niveiro y me firmó el alta, así que a media mañana, mi padre vino a recogeros al hospital. Recuerdo que era día gris, que hacía mucho frio. En la radio del coche, mis padres escuchaban las noticias de cómo iba el referéndum sobre la constitución española y es que ese día era el 6 de diciembre. Recuerdo que cuando llegue a casa mis hermanos no estaban, estaban en casa de Queta y se quedaban allí a comer. Ese día no tenían colegio por el referéndum. Recuerdo que por la tarde, entre informativos de cómo iba la jornada electoral pusieron una película y recuerdo en particular un documental sobre unos submarinistas que se sumergían a los restos del un transatlántico italiano que se había hundido en los años 50, el Andrea Doria…..aquel documental me fascino, y la historia de aquel barco me cautivo. Por la noche recuerdo toda la programación especial que dieron y como hasta bien entrada la noche no empezaron a dar los primeros resultados del referéndum, y que por supuesto, la mayoría dijo sí. España ya tenía por fin, después de muchos años, una constitución.
Del resto de aquel diciembre solo recuerdo que ya no fui en todo el mes al colegio, que llego mi onceavo cumpleaños algo deslucido ya que seguía recuperándome en casa y me habían impuesto un duro régimen por mis alergias alimenticias, que llego la primera navidad en la nueva casa, que en el salón que lo teníamos casi siempre cerrado, Ramón nos hizo un Belén precioso, que como siempre, mi abuela nos dio la Nochebuena con la típica pelea con mi padre por una estupidez y como no, las campanadas de Nochevieja, iluminándose las bombillas en la fachada del reloj de la Puerta del Sol de Madrid formando “1979”…..
2 comentarios:
También yo pasé por los 36 pinchazos del ínclito Dr. Niveiro. Nunca pensé que cupiesen tantos pinchazos en una sola espalda.
Amigo Garfio: Pues imaginese en mi espalda a los 10 años....parecia un cristo....
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